29 julio 2004

De la vida y la muerte

[importado de mi antiguo blog en PsychoCorp.net]
Los dos últimos días han sido muy intensos. Productivos en parte, frustrantes a veces, tranquilos por momentos y sin embargo hiperactivos en general. Ha habido algunas buenas noticias. Ayer mi amigo Kike me confirmó que podré disponer de su piso para rodar el corto que estoy preparando. Es el pistoletazo de salida para un proyecto que espero no me defraude (como parece estar a punto de ocurrir con algún otro).
He solucionado recados pendientes. He pagado facturas atrasadas. He escrito algunas cartas atrasadas. He localizado a los editores suizos de mi tarot de Aleister Crowley, de quienes espero me suministren dos cartas adicionales (por suerte, innecesarias) que faltan en la baraja que compré.
También he leído un poco de teatro, algo de Cthulhu (publicaré la crítica pronto) y hasta han caído un par de películas. Almorzando he visto "Armageddon" y cenando, "Las Horas". Curioso par, ¿verdad? Dos películas que hablan, en definitiva, de la muerte, aunque sea desde perspectivas tan distintas. No sé si yo hoy estaba muy receptivo, pero Armageddon no me ha parecido tan mala como me esperaba, y Las Horas ha resultado aún mejor de lo que la recordaba. Desde luego, la segunda ha dejado una huella más profunda. La peli, que comienza y termina con el suicidio de Virginia Woolf, ha acabado por recordarme mi propio acercamiento al suicidio, algo de lo que, por cierto, creo no haber hablado nunca en voz alta. En realidad, el suicidio es un tema del que nunca se habla. Ese será sin duda el gran acierto de la nueva película de Amenábar sobre la eutanasia: sacar a la luz un tema tabú. Pero volviendo a esta noche, he revivido por un instante las sensaciones de aquella noche en la playa, con mis fogosos y estúpidos 18 años, cuando desencantado del amor me senté en la arena a mirar la luna llena sobre el mar, y su reflejo que se abría como un camino blanco ante mí. Era tan tentador... Un mar en calma, cálido como un útero materno, y en silencio. El fin de todas las complicaciones y las estridencias. Y una curiosidad morbosa por el proceso, y sobre todo, por lo que habría al otro lado. Pero supongo que finalmente ganó otra curiosidad: la de saber a dónde me llevaría mi destino, y qué grandes momentos me aguardaban para compensar aquel.
Rememoraba, en definitiva, esta tentación escalofriante y se me ocurría que podía ser una hermosa escena en torno a la que escribir un corto. Pero no estaba solo. Mientras guardaba el DVD y abría el iTunes para seguir escuchando la maravillosa banda sonora de Philip Glass, mi novio me ha abrazado por la espalda con una calidez inesperada, nueva. Hemos hecho el amor con una pasión exacerbada por la vida. Nuestras respiraciones, más que gemidos, parecían los sollozos de alguien demasiado feliz para creerlo. Ha sido hermoso. Después, exhaustos y sudorosos, y aunque era la una de la madrugada, hemos bajado a la piscina. Allí estaba la luna, creciente esta noche, hermosa como todas las noches, reflejada en el agua quieta de la piscina, que sólo nuestros pies habían venido a perturbar. Y allí lo tenía: un gran momento por el que valía la pena sobrevivir hace casi 10 años.
Tenía toda la vida concentrada en ese instante: paz y emoción, introspección y compañía, calor humano y frescor nocturno, un pasado incandescente y un enorme futuro por delante. Y de eso habla también "Las Horas".
Sentado al borde de la piscina con los pies en el agua, con el romanticismo rozando lo cursi a flor de piel, he mirado al cielo buscando una estrella fugaz, pero no he podido ver ninguna (apenas sí se veían un par de estrellas normales). Esperaba poder decirle a Alberto: "Pide un deseo". Ya ves, contradicciones de la vida: alguien también podría haber alzado los ojos hacia el cielo en Armageddon y haber dicho "pide un deseo", para instantes después ¡BAUMM! y todos muertos (con grandes efectos especiales, eso sí).
Están las dos cosas tan cerca... La vida y la muerte. Podemos sentirlas en los mismos lugares. Vivir nos conduce a todos hacia una muerte insegura. Pero la muerte nos provoca, en el fondo, ganas de vivir. Yo siempre le he tenido miedo a morir, es algo que no logro aceptar... pero esta noche, no, esta noche no importa. Me siento en paz con el orden de las cosas. Lo que esté por llegar, llegará. Ya tengo título para el nuevo guión: se llamará "Viviré Más Allá De Esta Noche". Y ahora puedo irme a la cama, y dormir (que no "descansar") en paz.

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